Palmeras, calor y un sol que ya a las diez de la mañana pica, y todo esto en vísperas de San Patricio, en pleno marzo. Sólo puede ser Miami. Tan auténtico, tan como lo que tantas veces he visto por la tele que mientras sacaba esta foto no podía evitar mirar de reojo, no fuera a ser que Dexter estuviera por ahí, esperando a aprovecharse de un despiste mío.
Miami es pura mezcla. Mezcla de una gran ciudad, como puede ser Madrid, mientras conduces de un suburbio a la playa, y una zona de veraneo como puede ser Benidorm una vez que llegas allí: con sus terracitas, sus palmeras y su gente caminando en bañador, chanclas y con las bolsa de la playa debajo del brazo.
Mezcla de culturas. Con el español directamente como segundo idioma si no como el primero. Aunque aquí lo que de verdad se habla es el espanglish, pasando con alegría de uno a otro. Ni las frases se terminan en el idioma que comenzaron: "You know this girl que tenía que venir to see you." Yo que estaba tan contento con todo el inglés que he aprendido a lo largo de este año y de pronto resulta que tengo que hacer un esfuerzo casi mayor para entender esta mezcla que el inglés mismo.
Ahora me voy a ir a dormir, pero me quedan cinco días más de Miami, de ese cocktail que pese al calor entra fresquito como un mojito. Mañana me voy a los cayos y espero traerme más fotos interesantes de allí, pero hasta entonces podéis disfrutar de las que ya he sacado hoy en este album que le he dedicado a Miami en Obture.
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